Kilogramos viles de ese viento envejecido
ayer reventaron con mil látigos de hilo
toda esa pesadumbre que me hubiera tullido
hoy mi corazón, perpetúase repartido
entre la casa, las hojas, los hijos, y el filo
reluciente del envase que me ha consumido
indícame entonces, si existe, algún camino,
[no sin antes clavarme la estaca del olvido]
en donde debo apuntar mis flechas del destino
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