Madurez

Mi verdadera madurez...

No fue evaluando los raspones de mis caídas,
sino cuando se me permitió 
observar detalladamente las escenas del tropiezo. 

Mi verdadera madurez...

Fue cuando reconocí que mis mañanas,
son pura especulación de las probabilidades,
por tanto agradecí humildemente al Señor
de las matemáticas simples, que hoy me permitieron despertar.

Mi verdadera madurez...

Fue cuando reconocí en mis ayeres,
mis errores y mis aciertos, mis desesperadas indecisiones,
como si fuesen la sabiduría que necesito,
tan solo para vivir este día. Un solo día.

La verdadera madurez...

Fue cuando me atreví a ofrecerme toneladas de esperanza
con un miligramo de letras envueltas en papel de regalo,
cuando no poseía ni un ápice de fe, en la vida.

Ni en mi.


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